PELÍCULAS / CRÍTICAS España / Portugal
Crítica: Una quinta portuguesa
por Alfonso Rivera
- Avelina Prat confirma con su segundo largometraje, una encantadora película que te reconcilia con el género humano, que ha inventado la “feel good movie de autor”

En 2022 y con Vasil [+lee también:
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entrevista: Avelina Prat
ficha de la película], la cineasta –y exarquitecta, importante dato– valenciana Avelina Prat se dio a conocer abordando un tema presente en su corta pero interesante filmografía: la inmigración. En su segundo film, Una finca portuguesa [+lee también:
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ficha de la película] –que se estrena en España este viernes 9 de mayo, distribuida por Filmax– también sus personajes emigran, pero por diversas razones, no siempre las esperables o habituales.
Por ejemplo, su protagonista, un desubicado Fernando (encarnado por Manolo Solo), profesor universitario de geografía en Barcelona, aficionado a los mapas de papel, no virtuales, decide irse a la costa del otro lado de la península ibérica cuando es abandonado por su mujer (de nacionalidad búlgara), quien regresa a su país sin darle una explicación.
Pero a orillas del Atlántico hará amistad con Manuel (Xavi Mira), un jardinero también español, apátrida e itinerante, que una tarde le promete enseñarle un lugar único al día siguiente. Y vaya si lo es: a partir de ese instante el futuro de Fernando tomará un rumbo arriesgado, sorprendente, radical e imprevisible, pero altamente estimulante en un lugar tan bello como único.
Con unos diálogos pausados y maravillosamente escritos donde se detectan tanto las huellas de Éric Rohmer como la de los cuentos de la oratoria tradicional, unos escenarios de Ponte de Lima (norte de Portugal) que invitan a pasar allí las vacaciones de verano y un ritmo pausado con abundantes silencios que recuerdan a las cintas de Víctor Erice, Mario Camus o Carlos Saura, Una finca portuguesa es una deliciosa y enigmática fábula que nos reconcilia con el malparado género humano.
Porque, especialmente, sus personajes femeninos son para llevárselos a casa: esa elegante, misteriosa y huidiza dueña del casoplón que interpreta María de Mederios, que mira, calla, sabe y consiente; esa cocinera-madre portuguesa que interpreta la fascinante Rita Cabaço, que aporta el punto ligero a una trama impregnada de melancolía; y esa camarera encarnada por Branka Katic, pura luz, espejo en el que se mirará el protagonista en el último tramo de la película. Todas ellas mujeres libres, con personalidad y carácter, valientes y sin necesidad de tener un hombre demasiado cerca.
Mapas más que simbólicos, partidas de cartas donde no se apuesta dinero sino deseos y familias encontradas y aceptadas son otros de los ingredientes de esta película donde sus personajes se miran a los ojos y hablan sin una pantalla digital por medio. Una cinta con cierto aroma del pasado, pero que avanza con la firme convicción de un renacido.
Estrenada dentro de la sección oficial a concurso del pasado Festival de Málaga, donde recibió una cálida acogida crítica, Una finca portuguesa aborda asuntos reconocibles desde la calma y sin estridencias, mientras derrocha humanismo, empatía y optimismo. Pues no todo está perdido cuando acechan los problemas existenciales… porque siempre nos quedará Portugal.
Una finca portuguesa es una coproducción hispano-portuguesa de Distinto Films, O Som e a Fúria, Jaibo Films y Almendros Blancos AIE. De sus ventas se ocupa Bendita Film Sales.
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